Descripción
ARTÍCULO:
La civilización que ha legado Roma fue, ante todo, la de una ciudad. Y una ciudad no es otra cosa, en principio, que un espacio físico organizado y ocupado por unos habitantes. Ninguna otra de las grandes civilizaciones, ni del pasado ni del presente, posee tal característica, y ése es el primer hecho sorprendente de la civilización romana. Naturalmente, su condición de ciudad, la Urbs por excelencia, conjunción de aedes ‘edificios’ (en particular, públicos), y de cives ‘ciudadanos’ -no súbditos-, condicionó de manera definitiva tanto su configuración durante los siglos que subsistió como civilización, como la imagen que los siguientes tuvieron de ella. Pero Roma, por diversos avatares históricos, se convirtió después en un inmenso imperio que llegó a extenderse desde las Islas Británicas hasta Mesopotamia y desde el Rin y el Danubio hasta el desierto del Sáhara. La vieja ciudad tuvo que sufrir en ese proceso una metamorfosis radical, de la que, no obstante, se salvaron las dos carac terísticas anteriormente mencionadas y gracias a las cuales había adquirido precisamente su nueva fisonomía: Roma extendió paulatinamente por todos los confines de sus vastos territorios tanto su condición de urbs como la civitas de sus habitantes. Decir Roma, pues, equivalía en la Antigüedad a hablar de un modelo de organización espacial y de un modelo de organización social. La romanización consistió simplemente en eso, en estructurar un gigantesco macrocosmos a partir de un microcosmos muy particular, en el cual las nociones de ‘urbanización’ y de ‘civilización’, en sus sentidos etimológicos, poseen un valor absoluto y esencial.
ISBN: 84-96359-94-8.
Autor: Antonio Alvar Ezquerra.
Extensión: 22 págs.
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